El erotismo da miedo porque se lleva las palma en el exceso, se abre en la superabundancia y en lo

El erotismo da miedo porque se lleva las palma en el exceso, se abre en la superabundancia y en lo
"El erotismo da miedo porque se lleva las palma en el exceso, se abre en la superabundancia y en lo ilimitado. Eleva el instinto a categoría de un arte de amor, y por lo tanto de vivir". (Sophie Chauveau)

jueves, 7 de febrero de 2013

Eres buena, nena.

Hay días en que te planteas cómo demonios el cuerpo es tan resistente y soporta tanta presión y tanto agotamiento, y tanta mala leche, y tantos imprevistos, y tanto trabajo, y tanto...tanto. 
Y no te explicas cómo tú, que cuando llevas media mañana en la oficina y estás sin desayunar crees desfallecer y prefieres agitar bandera blanca antes que darle a una tecla más o ponerte al teléfono un segundo más, puedes ser en realidad tan fuerte y resistente. 
Y entonces descubres que lo eres: eres una mujer fuerte, no hay nada tan intenso como para acabar con tu buen humor y pintarte una línea recta en la cara y hacer de ti una muñeca de esas siniestras que tanto se ven ahora en el Toys'r us, y que alucinan a las crías de hoy (que ya ni las niñas son lo que eran...carajo!)
Eres una mujer que sigue sonriendo cuando entra por la puerta (sea la puerta que sea, salvo la del wc, que ahí no te espera nadie para verte la cara de anuncio Colgate, o sí, vete tú a saber...), y que sigue repartiendo buen ambiente a diestro y también a siniestro... a pesar de estar hasta el mismísimo moño de todo desde que se pone las zapatillas a tientas a las 7 de la mañana para irse a la ducha.

Y entonces, reflexionando, mientras te planteas cómo demonios puede ser que tú sigas teniendo ese buen rollismo que parece congénito, de serie en tu configuración, te brilla la luz en el cerebro (la segunda que brilla hoy, la primera fue cuando decidiste dejar el coche cuesta abajo, porque sino sabías que no arrancaría; you win!), y sonríes. 
Y te abrazas a tí misma. 
Y te felicitas por ser tan jodidamente buena. 
Sí nena, eres buena, you know. 
La razón la tienes delante, y es un conjunto de ternura, encanto, savoir-faire, sonrisa a derroche para derretir polos (con focas y leones marinos incluidos), inteligencia, sabiduría, templanza... ( y paro, que Montesquieu en el El Príncipe se ha quedado corto a mi lado)
Sí, ahí está la razón de tu fortaleza, y tu sonrisa cuasi-eterna. 
Él. 
Tu príncipe particular. 
Ese que llegues en el (deplorable) estado que llegues a casa, te espera con una mezcla de pantalón corto, camiseta sin manga, sonrisa perenne, manos que acarician con maestría, palabras dulces, besos con sabor a "espera a que te hayas duchado y cenado y te diré porqué vale la pena estar viva", y mil promesas de placer en los ojos. 
Ese que es capaz de convertir una cena a base de "pilla-lo-que-puedas-en-la-nevera-y-mézclalo-todo-en-la-sartén-y-que-Dios-nos-ampare" en una cena romántica a la luz de las noticias en la tv, mientras te ventilas loquesea con las piernas cruzadas en el sofá, embelesada mirándole, y te parece el colmo de la felicidad ese pequeño ratito vuestro de calma. 
Y sí, otra vez te abrazas. (por ser tan buena nena...)
Porque lo eres. 
Te acabas de dar cuenta de que es por ese hombre que está ahí por-para-en-sobre ti,  es la verdadera razón de que tu día vaya pasando del negro hormiga al rojo más apasionado a medida que las horas avanzan hacia el ocaso. 
Él tiene el don de sacar de tí todo tipo de melodías, es tu Paco de Lucía particular, de andar por casa, y tú eres su guitarra (de esas que no lucen mucho por fuera, pero suenan que pagarías por ellas lo que te pidieran). 
Tan pronto te arranca una sonrisa de niña satisfecha por haber acabado la jornada y llegado sana y salva a casa, como te compone una carcajada con sus anécdotas del día, como te puntea un ronroneo de gata dulzona mientras te va saludando la piel con sus manos objeto de tu adoración, como te desafina a base de gemidos y susurros entre las sábanas, en el sofá, en el baño, o donde quiera que os asalte el hambre del otro. 
Él es el virtuoso músico que toca cada una de tus partituras como si fuera la última, exprime en ellas hasta la última nota, las ejecuta con maestría, y levanta a todo el auditorio en cada recital. 
Es él. 
Y tú ya lo sabías mujer, sólo que esta mañana te has puesto a reflexionar, y lo has corroborado. 
Nada nuevo bajo el Sol. 
Pero chica, qué quieres, ya sabes que a veces eres muy dada a pensar que lo bueno no te lo merecías, y lo malo ya de por sí hay que capearlo. 
Y entonces sí, te abrazas. 
Tu mejor jugada es él. Y estás en racha, chica. 
No va más. 
You know. 


1 comentario:

  1. Seguro que eres buena, nena. No todos sabemos darnos cuenta a tiempo de que es a esa persona en especial a quien le debemos nuestra sonrisa...y nuestros orgasmos... ;)

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